jueves, 27 de octubre de 2011

Otra aficion 2

si algunos al ver esta entrada pensaran ¿pero esto no es un blog de moda? esta colgada que hace poniendose a escribir, pero como ya dije una vez no solo de hablar de trapitos y potenges podemos vivir, hay que alimertarse de todo, una tenia ganas de colgar algunas de las cositas que escribri y además no es obligatorio leerselo, si no te gusta pues a la siguiente entrada y listo.

Así que al que le apetezca un ratito de lectura ahí va el primer capitulo de un relato que me ha quedado un poco largo y he tenido que dividir en tres entregas, así que aprovechar este día de lluvia, hace os un chocolate calentito y con la manta sobre la piernas abrir vuestros portátiles y durante unos minutos viajar al mundo del medievo.

Espero que os guste y os deje con ganas de saber el final, porque eso quiere decir que os he despertado el gusanillo.

además, aprovecho para desea os un buen puente, que lo paséis en grandes en estos días de fiesta quien los tenga y sino un buen fin de semana.

Besos y espero que os guste.

CAPITULO 1

La sangre goteaba lentamente por el filo de la espada, llegando a un suelo arenoso que la reclamaba como si fuera suya; Susan jadeaba por el esfuerzo, mirando a su alrededor confirmo que se encontraba sola, en torno de ella se apilaban los cadáveres y entre los muertos busco algo con lo que secarse el sudor de su cara.

Se agacho rescatando del pliegue de una armadura un mugriento pañuelo, que se paso lentamente por el rostro, sorprendentemente olía todavía a perfume de mujer, eso le hizo darse cuenta que acababa de profanar una muestra de amor, lo doblo con cuidado y  coloco el pañuelo sobre el cuerpo al que le había arrebatado la prenda, instintivamente se santiguo; no sabía porque hacia esas cosas pues hacía tiempo que había perdido la fe, pero cuando una persona está rodeada de tanta muerte no puede evitar volver a sus orígenes.

Suspiro, limpio la espada en su capa, envainándola sin prestar atención al movimiento, pues su vista estaban centrada fijamente en el horizonte, pero desde allí no podía ver lo que andaba buscado, así que decido desplazarse por el campo de batalla como lo estaban haciendo el resto de supervivientes , que vagaban entre los muertos como almas en pena, agachándose de vez en cuando para intentar reconocer a un amigo caído o socorrer a un compañero herido, aunque ese extraño  momento de paz duraría poco, pues lo niños no tardarían en llegar y aquello volvería a ser un nuevo campo de batalla.
La guerra estaba siendo larga y los huérfanos eran cada vez más numerosos, tanto que para el consejo estaba empezando a ser un problema difícil de solucionar.

Susan no tardo en cansarse del desolador espectáculo, los lamentos le arañaban los oídos, así que, ayudo a levantarse al primer herido que encontró y se encamino al campamento, pero antes volvió a echar una última mirada a la colina por donde había huido el enemigo, al ver el resplandor de una brillante armadura dorada no pudo evitar sonreír, sabía que él estaba haciendo exactamente lo mismo que ella, buscarla entre los muerto. Por lo que decidió ponerle las cosas fáciles se apartando la capa de los hombros dejando que el sol se reflejara en los espejitos que decoraban el que era ahora el emblema de su casa, el debido de percibir pronto la señal ponqué en cuanto los rayos de luz tocaron el fénix de espejos su figura desapareció del horizonte.

Cuando llego a la maraña de tiendas que había sido su hogar durante meses, dejo al herido con una de los mujeres que se encajaban de los enfermos, que la miro con una mirada llena de orgullo y envida que hizo que Susan la dedicara de nuevo otro de sus suspiros, sin decirle nada, se marcho directamente a los lagos con intención de darse un chapuzón, cuando llego a la gran masa de agua descubrió con desagrado que esa idea ya la había tenido demasiada gente, las aguas estaban cubiertas por una fina capa de suciedad que los peces se afanaban en devorar, ellos, los buitres y los huérfanos serian los únicos beneficiarios de esta batalla absurda.

Suspiro de nuevo mientras desandaba el camino en dirección a su tienda, cuando entro en ella le esperaba una grata sorpresa.

Su escudero, por llamarlo de alguna manera, un joven  que rescato de las calles después de que este intentara robarle el dinero que llevaba encima, había tenido la ágil idea de recoger agua del lago antes que llegaran los demás, almacenándola en una improvisada bañera que había hecho con un par de barriles en los que se transportaban las mercancías.
Susan le dio una palmadita en la espalda y le indico con un movimiento de cabeza que le ayudara a desnudarse, el chico obedeció no sin antes titubear un poco, pues le estaba costando ser la ayuda de cámara de una mujer, hecho bastante normal cuando tienes 13 años y tus hormonas están en plena actividad, se sonrió ante la actitud del joven al final se metió detrás de unas cortinas para terminar de desnudarse ella sola, quería evitarle el mal trago de verla totalmente desnuda, antes de meterse en la primitiva bañera, le dio una orden.

- Sal a codearte con los soldados, hoy tienes la noche libre, ser rápido tiene sus recompensas – de dijo con la voz todavía ronca de gritar en el campo de batalla, para rematar la recompensa le tiro una moneda de oro que el muchacho cogió al vuelo, aunque no salió corriendo como ella esperaba, así que olvidándose de la vergüenza del chico se acerco a los barriles toco el agua con los dedos que estaba tibia, ¡se había molestado en calentarla¡ si no se daba prisa se enfriaría, así que volvió a dirigirse al joven- ve corre antes de que me arrepienta, no te metas en líos, porque me enterare.

- Si mi señora, muchas gracias por su amabilidad – y sin más reverencia se dio la vuelta saliendo de la tienda a todo  correr, antes de que se alejara demasiado Susan lo llamo por su nombre.

- Alejandro- el joven retrocedió asomando la cabeza por las gruesas cortinas de la tienda.

- Si, mi señora.

- Mantén los ojos bien abierto y si escuchas algo de interés, ven a contármelo.

- Estaré atento, ¿alguna cosa más, mi señora?

-no puedes retirarte y pásalo bien.

La noche paso sin incidente, a la mañana siguiente nadie ataco, la numerosas de bajas que comunicaron en el primer parte que llego al consejo, indicaba que pasarían días antes que ninguno de los dos bandos se decidiera a iniciar una nueva batalla, Susan aprovecho los primeros días para descansar y curarse las heridas leves que sufría, se recuperaba rápido al menos físicamente.

Pero según acumulaba batallas en su memoria se preguntaba con más frecuencia que es lo que hacía ahí metida, cuando podía estar en la seguridad de un castillo bordando pañuelos perfumados, dejando que fueran los hombres quienes defendieran sus tierra y el honor de su casa, definitivamente mentalmente cada vez se sentía más débil, tanto lo estaba notando que en cuanto tenía un momento de relax sus recuerdos siempre acababan emulando una escena en la que apareciera él, la melancolía de una vida que podía haber disfrutado estaba sustituyendo poco a poco al odio.

Susan la mujer guerrera, el fénix vengador, aquella que había desenvainado la espada de su hermano y había jurado matar a todo a aquel que había infligido algún daño a su familia, que estúpida promesa, esa tarde había destrozado su vida, pues sin saberlo había jurado matar al hombre que amaba, a su mente acudió el recuerdo de ese día.

Sir Jaime, se había presentado en las puerta de la fortaleza todavía cubierto por la sangre de su familia,  solicito audiencia con el señor de la casa, a sabiendas que no había ya ninguno y que tendría que ser ella quien lo atendiera, cuando entro al salón  lo vio allí plantado con su coraza tachonada en oro llena de sangre y la cara totalmente desencajada por el esfuerzo, no pudo evitar echarse en su brazos pero él la detuvo diciéndole.

- no me abraces, mi amor, pues estoy sucio.
Susan se quedo de pie ante él, como esculpidla en piedra, mientras en sus ojos todavía podía ver la escena de muerte y destrucción que él había contemplado, en aquellas imágenes vio caer a los suyo y quien sino pudo ver sus últimos estertores de muerte, quien otro podría haber visto como caían al suelo agonizante, quien más que su asesino podía haber grabado esas escenas en sus pupilas y fue entonces cuando cayó al suelo y comenzó a llorar desconsolada, esa fue la última vez que lloro, no dejo que nadie la consolara durante días, solo paro un momento de lamentarse para echar de su casa al asesino de su familia.

- Te presentas en mi casa acompañado todavía de la muerte atreviéndote  a llamarme amor, cuando sesgarte la vida de mi padre y mis hermanos no pensabas en que ese amor terminaría consumido por el odio, mírame bien llorar porque no solo estoy llorando por ellos sino por ti y por mí. Porque hoy te puedo asegurar que el dulce pájaro dorado que has conocido hasta ahora ha desaparecido, lo que resurgirá de sus cenizas, será fuego y acero. No vuelvas a aparecer en mi presencia, porque la próxima vez que te vea en mi corazón solo quedara dolor, te aseguro que cuando nos volvamos a vernos tendré un nuevo nombre que darte amor, la próxima vez que nos veamos será mi enemigo.

Jaime no intento excusarse, ni intento disuadirla, lo único que hizo fue cogerla fuertemente de la cintura y la beso de forma apasionada, ella se dejo hacer, pues sabía que él esperaba que ella se defendiera, no le quiso dar esa satisfacción, a él esa actitud no pareció impórtale, tan solo unos segundos antes de soltarle le dijo.

- Se que me has querido y me quieres, aunque ahora el odio todo lo inunda, yo todavía protejo una llama que arde por los dos, juro por mi vida que la defenderé hasta el último aliento que me quede, así que cuando termines tu venganza y yo siga en pie, búscame, estaré siempre al final del camino.

- mi camino terminara con tu muerte.- contesto ella apartándose bruscamente de él.

- eso ya lo veremos, querida, y si me permites me retirare para dejarte llorar a tus muertos, tal vez el tiempo me de el beneficio de la duda y  te des cuenta que hay gente que no merece ser llorada. – sin más se dio la vuelta y se marcho dejándola sola en el salón de su castillo que de repente la pareció enorme, se dejo caer de nuevo en el suelo comenzando a llorar por su desgracia, prometiéndose a si misma que una vez enterrados ya no se dedicaría a llorarlos sino a vengar sus muertes.

Así que desde ese día, lucho en mil batallas, acabado con la vida de todos sus enemigos menos con uno, no es que la vida no le hubiera dado oportunidades, las ocasiones de acabar con Jaime habían sido numerosas, pero algo en su interior no le había dejado llevar a cabo su venganza y eso le molestaba sobremanera, cuando más se enfadaba era cuando el padre Ambrosio se acerba a su tienda recordándole todos los intentos fallidos de venganza.

Justo ese día el sacerdote había decidido perturba la paz de su tienda, entro sin esperar a que nadie le anunciara, había sido su tutor cuando ella era joven; considerándose un padre para ella, actuaba como tal, cuando la vio allí sentada pensando en sus cosas comenzó su habitual discurso.

- Susan, hija mía, reconócelo, no lo has matado porque lo quieres, el amor es más fuerte que el odio, y tu quieres a ese hombre por encima de todo, todas las veces que os habéis encontrado, solo se ha defendido de tus ataques, jamás a levantado la espada contra ti, y siempre sin excepción te suplica que investiguéis, si sabemos que fue él quien acabo con la vida de tu hermano, ¿pero si fue un error? ¿Tal vez no le quedara otro remedio? reconócelo  Ricardo y tu padre merecían morir. Lo has pensado, hija mía, piénsalo, hay gente que se ha escapado del infierno para torturar a los hombre de buena voluntad, el único ángel que habitaba el castillo donde vivías eras tú y aun muertos solo supieron hacer el mal porque te transformaron en lo que ahora eres, un ángel vengador.

- No soy un ángel, padre, cada vez me parezco mas a mi familia y sé que acabare encontrando con ellos en el infierno, si es que existe, pero una cosa tengo muy clara, tengo que matar a ese hombre, se lo prometí a mi padre y a mi hermano.

- No hija no prometiste acabar con su vida, si no recuerdo mal tus palabras no fueron esas cuando llegaron los cuerpos de tu padre y hermano en aquel carro tirado por su propios caballos, pude oír tu grito de dolor desde la capilla y por eso soy testigo de tus palabras porque fui yo quien te sostenía la mano cuando hiciste esta promesa, te la recordare porque parece que la has olvidado.

- No necesito que recuerdes lo que dije pues lo sé perfectamente las tengo grabadas a fuego en mi cabeza, prometí clavar en las carnes de mis enemigos la espada que hoy porto como si fuera una cruz, hice un juramento que no pienso romper, soy el único miembro en pie de mi casa, jure no dejar en pie a ninguno de los que osaron levantar la espada contra los míos  y no descansare hasta conseguirlo.

- vives atormentada hija mía, tendrías que dejar ganar al amor.- y sin más se retiro, el padre Ambrosio era así, capaz de desplazarse de la enfermería a su tienda simplemente para recordarle que estaba haciendo mal para  luego marcharse como había aparecido sin un saludo y una despedida.

Con las últimas palabras del su mentor suspendidas todavía en el aire cayó en un agitado sueño,  cuando despertó había tomado una decisión, volvía a casa.





















2 comentarios:

La Gata con Botas dijo...

Qué buena pinta!! Me adelantas las otras dos partes!! A ver en qué acaba! Aunque llamándose Jaime...seguro que no tuvo la culpa, jaja!

besitos

Lacodicia dijo...

Mañana cuelgo la segunda parte y a la tercera le quedan algunos retoques pero no creo que pase de esta semana.

un besazo