martes, 8 de noviembre de 2011

otra aficion 4

HOY VENGO CON OTRA ENTREGA DE MI RELATO, SI HABIA PROMETIDO QUE IBAN A SER TRES CAPITULOS PERO COMO LE PASA A ALGUNO DE LOS ESCRITORES QUE LEO, PARECE QUE EL RELEATO SE ME HA COMPLICADO UN POCO ASI QUE HABRA UNA CUARTA ENTREGA.

CAPITULO 3

La mañana amaneció gris como si ya conociera los acontecimientos que iban a darse en el patio de la fortaleza, desde hace una hora, Susan desde su lecho podía escuchar a los carpinteros trabajar en la tarima en la que se iba a decapitar al prisionero.
Ya no pensaba en el cómo en un amigo o mentor, sino como el asesino que ideo todo plan que acabo con toda su familia, porque no fueron solo su padre y hermano, sino que poco a poco los miembros de su familia fueron cayendo abatidos por  esa guerra absurda que desato la emboscada que había relatado ayer el general; tal había sido el desenlace que hasta que ella misma se vio involucrada de tal forma que acabo empuñando una espada en el campo de batalla.
Se levanto de la cama lentamente como si no quisiera comenzar el día, al colocar un pie sobre la fría piedra decidió envolverse en una manta de piel y bajar a la cocina a desayunar; Era una costumbre que tenía desde pequeña y que a su padre le sacaba de quicio, todavía podía escuchar su voz mientras bajaba las escaleras de caracol.

“una dama no se codea con el servicio, ¿acaso se te quedan pequeños los salones para que tengas también que invadir el territorio de la servidumbre?”

Cuando entro en la atestada habitación, un dulce aroma a bollos recién hechos le termino de trasportar a su infancia, por un momento se vio con su camisón blanco sentada en el banco al lado del fuego mientras intentaba escamotearle a la vieja Dorita un bollo de la bandeja, las cosas allí habían cambiado. Para empezar Dorita ya no estaba, la sustituía una regordeta muchacha que iba dando gritos a cada una de las pobres mozas de servicio que se encontraba a su paso, Cuando Susan se estaba dando la vuelta para subir al comedor totalmente decepcionada por la escena que tenía delante, la detuvo la voz de la cocinera.

- Señora, perdone estos gritos, ¿puedo ayudarle en algo?

- No, no te preocupes, solo quería desayunar, os veo muy atareadas, mándame a una chica al comedor.

- Señora, Dorita, siempre decía que le encantaba desayunar entre los fogones, si todavía le gusta y yo no le he asustado con mis incesantes gritos, no tengo ningún inconveniente en dejarle estar en mis dominios – dijo la cocinera con una amplia sonrisa en el rostro.

Susan la miro algo sorprendida por la insolencia de la mujer, pero tampoco le importo, estaba acostumbrada a los modos del campamento, pero sabía de buena tinta que su madre hubiera hecho azotar a esa deslenguada; dudo en si aceptar o no el ofrecimiento, pero al final pensó que estaría mucho más a gusto en el salón, tras ordenar lo que quería para desayunar subió a su cuarto a asearse y vestirse decentemente. Estaba claro, ahora ya no se podía comportar como una niña, era la señora de la casa por tanto se tenía que comportar como tal, puede que no acabara siendo tan rígida como el resto de las damas, pero al menos tenía en mente poner en práctica toda la educación que había aprendido en sus años de infancia y que había abandonado mientras estuvo como soldado en un campo de batalla.

Llevaba unos minutos disfrutando de su desayuno, intentando no pensar en lo que iba a ocurrir a continuación, cuando un sirviente anuncio la llegada de la última persona que deseaba ver esa mañana, con resignación le indico al muchacho que lo dejara pasar.

A  los pocos minutos un ojeroso Jaime se presentaba ante ella, estaba claro que el tampoco había descansado, sin demasiadas reverencias se sentó en el otro lado de la mesa rechazando el ofrecimiento de Susan de acompañarla en el desayuno, a ella tampoco le apetecía seguir comiendo por lo que le invito a dar un paseo por los jardines, si iba a ser la última vez que lo viera por lo menos quería conservar un bonito recuerdo, el se sorprendió ante la actitud de ella pero no expreso ninguna objeción, ni hizo ningún comentario sarcástico, simplemente se limito a levantarse cabizbajo y siguió a Susan por el gran salón como si fuera un corderito.

Cuando llegaron a la entrada de los jardines Susan lo espero para ponerse a su altura, en esos momentos se dio cuenta que el valeroso guerrero que ella había conocido, al arrogante caballero, estaba llorando, tubo la tentación de preguntarle porque lloraba, pero ya conocía la respuesta; si ella no tuviera el corazón tan sumamente endurecido por el odio posiblemente también estaría llorando, sin decirle nada le coloco la mano en el codo y lo guio por los caminos como si estuviera ciego, el simplemente se dejo llevar, hasta que sin más se deshizo de la suave presa que ejercía la mano de Susan y se paró en seco.

- No puedo rendirme así, llevo años persiguiendo lo que el destino cruelmente me arrebato, he mantenido la llama tal  como prometí y me niego a apagarla sin más, porque si lo hago me quedare a oscuras, nada me podrá guiar y me perderé en la más negra de las sendas, se que al final mi corazón morirá si no tiene el calor de esa llama, si me vas a dejar morir lentamente, cumple tu promesa y mátame.

Susan se quedo paraliza mirándolo, no lo podía creer le estaba pidiendo, Jaime había solicitado la muerte, cuando en su recuerdo lo tenía como el hombre más vital del mundo, durante unos segundo lo contemplo, de repente se dio cuenta de cómo habían pasado los años, ante ella ya no tenía al joven apuesto que la cortejaba , antes sus ojos se presentaba la imagen de un hombre maduro curtido por la batalla y totalmente destrozado por un amor por el que llevaba mucho tiempo luchando sin conseguir resultados.

- Jaime, ¿no te das cuenta que esto nos está destrozando? Estas luchando por un imposible, a mi ya no me queda nada que darte, todo a nuestro alrededor se seco el día que llegaste con los cuerpo de mi seres queridos.

El caballero negó enérgicamente con la cabeza las palabras de su amada, como si fuera un niño pequeño y acto seguido le agarro por lo hombros y mirándola a los ojos le dijo.

- Me has dicho que me quieres, ayer lo reconociste en varias ocasiones, no puedes matarme porque me amas, por eso no puedo llegar a entender porque no podemos estar juntos, el amor todo lo perdona, no hemos sido nosotros quienes nos hemos traicionado, somos víctimas de las circunstancias, porque castigarnos más, ¿no ha sido suficiente condena todos estos años de batallas? Sé que hiciste una promesa, pues cúmplela, te lo suplico, si sobrevivo a tu venganza querrá decir que el destino quiere que estemos juntos, dejemos de nuevo nuestras vidas a merced de los caprichos de Dios.

- No me puedes estar pidiendo eso, ya te he dicho que no puedo – tras esas palabras Susan dio un paso a atrás y recogiéndose el vestido comenzó a correr hacia la casa, Jaime la dejo marchar.

Durante una larga hora permaneció sentado en un banco escuchando a los obreros trabajar en el cadalso , cuando escucho el último golpe de martillo, se levanto a buscar a Susan para la ejecución, recorrió los salones lentamente, examino cada rincón con detenimiento, queriendo guardar en su mente cada imagen que le recordara a ella, se detuvo durante uno segundos en la sala donde todo había empezado, pero se negó a recordar de nuevo la escena que tantas veces le había atormentado en sueños y se dirigió directamente al único sitio donde no la había buscado, la sala de armas.

Cuando entro, ella estaba de espaldas a la puerta, mirando ensimismada la espada que había portado durante todos estos años, Jaime pensó que esta era la única oportunidad que iba a tener de llevar a cabo su plan, pues por la actitud de derrota de esta, la espada parecía que no iba a volver a salir nunca de esa sala, se recompuso y volviéndose a colocar la máscara chulesca con la que se había protegido todos estos años, se dispuso a provocar la ira de Susan.

- Ah estas aquí, despidiéndote de tus fantasmas por lo que veo. Qué triste vida para una mujer tan bella, decidir velar a unos muertos que tan poco te han dado me parece una condena atroz.

Susan se giro y contemplo a Jaime totalmente perpleja ¿a que venían esas palabras?, el aprovecho su desconcierto.

- He estado pensando ahí abajo, si no vamos a ser amigos no tengo necesidad de ser amable con vos, en un principio había decidido suplicar, pero viendo que su decisión es firme, y no me considera merecedor de su indulgencia, lógicamente tampoco es vos merecedora de mi amabilidad, aunque no le deseo ningún mal solo espero su vida sea larga para que día tras día se de cuenta del error que cometió rechazando mi proposición de comenzar de nuevo y que lo invada ahora cada rincón de su ser no sea el odio, que veo que se le ha acabado, sino la soledad.

Ella que durante todo el discurso que él había pronunciado lo había mirado atónita, comenzó a procesar las palabras de él y la indignación corrió por su venas como la pólvora; pero eso era intolerable pero que se había creído, como podía tener la desfachatez de pronunciar semejante palabras en su presencia, si la estaba provocando lo había conseguido, dio un paso a otras y elevando la voz comenzó a gritarle, como en sus primeros años de disputa.

- Miserable, de verdad te crees con derecho de venir a mis casa y soltar por tu sucia boca semejantes palabras, que bien he hecho decidiendo no volver a verte, porque puede ser que yo acabe sola, regodeándome de mi desgracia, pero ahora escuchándote me planteo si verdaderamente el haber roto tu compromiso contigo fue en verdad una desgracia, tal vez la mano de Dios guio tu espada para evitar que yo fuera tu esposa, porque la condena que ahora estoy viviendo tal vez esté siendo un camino de rosas comparado con la vida contigo, maldito engreído, ¡márchate de mi casa¡ ¡fuera¡

- Pero antes tenemos que hacer una cosa, solicitaste mis servicios como testigo y yo no falto nunca a mis promesas. – contesto Jaime con una amplia sonrisa en los labios, pues sabía perfectamente que lo que acababa de decir era la gota que iba a colmar el vaso de la paciencia de Susan, y así fue.

Con un ágil movimiento, ella toma la espada que descansaba sobre el atril que había estado contemplando y desenfundándola la clavo en el cuerpo del caballero, Jaime que ya se esperaba el ataque fue lo suficientemente rápido como para evitar que la herida fuera mortal, solo quería acabar herido, ahora la suerte estaba echada, si conseguía salir con vida de este plan, que a cada gota de sangre que derramaba le parecía mas y mas absurdo. Lentamente coloco su mano sobre la herida y se miro las manos manchadas de sangre, a su mente vinieron las palabras del padre Ambrosio, que era quien había urdido semejante plan, el estaba convencido que si ella lo veía al borde de la muerte, acabaría derrumbando sus defensas porque aunque no se comportaban como amantes, de alguna manera distinta ellos se tenían el uno al otro, por eso pensaba que la única manera de estar juntos de nuevo o de al menos intentarlo, era hacer que ella sintiera la pérdida definitiva, que se quedara sin nada a lo que agarrarse.

Cuando Susan retiro la espada del cuerpo de Jaime y lo vio caer al suelo herido, la sensación de alivio fue enorme, tenía la sensación de haber terminado por fin su misión y se sintió por unos segundos feliz, tal fue la sensación de alivio que sintió que tiro la espada al suelo y pasando sobre el cuerpo de Jaime salió de la sala.

Sus pasos la giraron al patio de armas su mente y su cuerpo le pedían terminar de una vez por todas con su venganza, el general los estaba esperando junto con el verdugo, cuando estuvo enfrente del condenado, le hizo una seña al verdugo, que cumplió la orden con una gran diligencia, pero en el momento que vio rodar la cabeza de su mentor y caer en el suelo de madera, algo se rompió dentro de ella, mientras en su cabeza una voz preguntaba qué es lo que iban a hacer ahora, tal vez la respuesta más lógica hubiera sido decirle que ahora lo que tocaba era vivir, pero verdaderamente lo que respondió fue, que no lo sabía, de repente un grito de una de las mozas que servía en la fortaleza, rompió el silencio que se había formado en torno al cadalso, seguramente la muchacha había encontrado el cuerpo de Jaime, con un movimiento de cabeza Susan envió a dos de sus soldados a que vieran lo que había sucedido, antes que ser marcharan le dijo a uno de ellos.

- trasladarlo a una de las habitaciones del ala sur, déjalo a cargo de la misma muchacha que lo ha encontrado, si Jaime quería dejarlo todo en manos del destino, que así sea.

4 comentarios:

Los secretos de Pandora dijo...

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Anónimo dijo...

Hola Lorena!
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Besazo guapa!

Ellen dijo...

que bueno esta parte del relato me ecanto, besitos guapis
Ellen

Lacodicia dijo...

gracias por los comentarios y el premio un besazo a todas